Un mandamiento que,
más que cumplirlo hay que guardarlo en el centro de tu corazón, y tenerlo como
prioridad en tu vida. Porque el cumplimiento se queda en la superficie y se
hace espontáneo como rutina. De tal manera que se cumple, pero no se vive.
Quien guarda el
mandato de Jesús lo vive y lo tiene como la primera opción en su vida. De modo
que su propia vida gira en torna a ese mandamiento. En ese sentido pronto nos
damos cuenta de la principal importancia que le da Jesús, hasta el punto de
decirnos que todo su mensaje de Buena Noticia está contenido en ese mandato o
mandamiento: «Ámense los unos a los otros como Yo le amo»
Y la medida de ese
amor está referenciada en el Amor que el mismo, nuestro Señor, tiene con su
Padre. De tal modo que todo lo que hace en su Vida es implemente hacer la
Voluntad de su Padre, hasta el punto de llegar al extremo de entregar su Vida
simplemente por amor y de forma libre y gratuita.
Es así como Jesús,
el Señor, nos invita a amar. Él es el ejemplo en el Amor que mantiene con su
Padre. De la misma forma debemos amar nosotros: «Hacer la Voluntad,
guardando el mandato de Jesús, como Él hizo la de su Padre». De
ahí que nos ha repetido varias veces que Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
Y es que siguiéndole y poniéndonos en sus manos, para eso ha bajado a nosotros
en la hora de nuestro bautismo el Espíritu Santo, nuestro pobre corazón se irá
transformando hasta el punto de amar tal y como el Padre y el Hijo se aman.
Esa es la tarea y la gran aventura y esperanza de caminar injertados en Jesús, el Hijo amado del Padre. No la perdamos nunca y siempre, a pesar de las calamidades y miserias de nuestra vida, tengamos confianza y perseverancia de seguirle erre que erre. ¡Alabado y glorificado sea el Señor!